lunes, 27 de septiembre de 2010

NO TENGO TÍTULO...


De repente en mitad de la noche,
alargué mi brazo buscando quizás aquella compañía
que durante veintisiete años me acompañó en mis sueños,
a veces hermosos, otras veces grandes pesadillas,
pero allí lo encontraba, junto a mí, sin embargo,
esa noche desperté sobresaltada,
ya que mi brazo no tocó nada, solamente acariciaba
el tejido de las sabanas y el vacío de mi cama
y únicamente escuchaba el horrible silencio de mi dormitorio...
No estaba, no se encontraba a mi lado, aquel ser
con el que sentí, padecí, lloré, reí, amé, abracé,
caminé, comí, cené, desayuné, compartí,
con el que odié, con el que hablé, con el que escuché,
con el que aprendí, con el que enseñé,
con el que me aburrí, con el que disfruté,
con el que usé la constancia y la conveniencia,
y el descontento, con el que me distraía, con el que me hice perezosa,
con el que nacieron todas las emociones
y los sentimientos humanos que existen,
pero esa noche, en mitad de la penumbra,
en mitad del horroroso ruido de aquel amargo silencio,
me di cuenta que ya no estaba,
jamás sentí tan cerca esa soledad, nunca deseada... se fue.
Y yo lo dejé ir, sin darme cuenta dejé de luchar a tiempo,
dejé de sentir ó más bien,
no me dí cuenta de lo que estaba perdiendo... se fue.
Se cerró el libro, él pasó su página...
y yo me quedé en ella...
Dejaré que mi brazo se siga extendiendo
y que algún día encuentre al amigo del amor... el tiempo...
(según el MAESTRO BUCAY)
y que deje de existir esa amarga soledad
y de escuchar ese horrible sonido del silencio...

Por todo lo compartido, siempre te seguiré queriendo...

Mar